jueves, 7 de abril de 2011

EL TOPOPÓNIMO ARRECIFE Y SUS SUBTOPÓNIMOS LITORALES


Conferencia organizada por la Academia de Ciencias e Ingeniería de Lanzarote que di el 3-VII-2009)

Considero el presente escrito de especial interés no sólo para los arrecifeños en particular sino para todos los habitantes de la isla e incluso para muchas personas que sin haber nacido en Lanzarote o en cualquiera de las otras islas del archipiélago sienten curiosidad por estos temas toponímicos, como es el caso de este del origen del nombre de la ciudad capital de nuestra isla y, por extensión, de cuantos islotes o arrecifes y demás accidentes costeros orlan su marina, es decir, la zona o paraje litoral que en tiempos de nuestros ancestros los ‘majos’ se llamó, según referencias documentales dignas de todo crédito, Elguinaguaria.

De Elguinaguaria. Este desaparecido topónimo prehispánico de Elguinaguaria está documentado de forma fehaciente en un inventario fechado en 1835 en la Villa de Teguise en el que se relacionan los bienes comunales de la hermandad de monjes dominicos de Lanzarote. En él puede leerse, al tratar de las propiedades inmuebles que tales religiosos tenían en Arrecife, la siguiente frase: “La parte de Elguinaguaria que desde no hay memoria comprende la orilla e islas del Arrecife y Naos, que es donde el Puerto”. A esto habría que añadir la afirmación que hace el que fuera notario de Arrecife en el siglo XIX, Antonio María Manrique y Saavedra cuando declara haberlo encontrado en varios documentos antiguos como nombre de dicha zona costera.

Significado de Elguinaguaria. Qué pudo haber significado este término, tenido por los entendidos como un guanchismo, no se sabe con seguridad, tal como ocurre con la mayor parte de las palabras de esta procedencia en que los diferentes investigadores se contradicen abiertamente sobre su etimología. Así, mientras Malte Brun lo traduce por ‘la bahía de los islotes’ apoyándose, según él, en los términos bereberes ‘güin’ bahía y ‘guaria’ arrecife o islote’, el berberólogo austriaco Dominik Josef. Wölfel declara no ver en esta voz elementos de juicio suficientes para extraerle un significado convincente por el bereber.
Pasando ahora al estudio de los topónimos vigentes o de uso actual digamos que en el estudio toponímico general de Lanzarote que he llevado a cabo, producto del resultado de largos años de investigación sobre el terreno de tan apasionante tema y mediante la consulta de cuantos documentos con datos sobre el particular han caído en mis manos, cuyo resultado figura en el mapa de la isla publicado por el organismo dependiente del Gobierno de Canarias Cartográfica de Canarias S.A. (Grafcan) hace un par de años, me he ocupado también, como no podía ser menos, de este rincón de la isla en que figura su capital, por lo que cualquiera que esté interesado en el tema puede consultarlo. Claro está que en dicho mapa sólo figuran los nombres de los lugares sin otras explicaciones sobre los mismos. Esta otra faceta de la toponimia de Lanzarote, la de explicar los diversos aspectos que puedan aclarar el conocimiento de los topónimos, la he presentado hace unos pocos meses para su publicación al Cabildo de Lanzarote en forma de libro con el título Topónimos comentados de Lanzarote, en el cual, tal como se infiere del título, se darán cuantos datos explicativos he podido reunir sobre cada uno de los topónimos que en él se incluyen.
Pero antes de entrar de lleno en el aspecto toponímico de la cuestión no estaría de más exponer brevemente cómo, a juicio de los geólogos mejor impuestos sobre el tema, se produjo la formación de esta zona litoral de la primitiva Elguinaguaria a fin de que podamos tener una idea, aunque sea superficial, de su naturaleza y características como soporte de los accidentes topográficos que en ella se hallan. Sabemos que la isla de Lanzarote, al igual que el resto de sus hermanas archipelágicas, es de origen esencialmente volcánico, por lo que este sector litoral en cuestión no podía ser una excepción. Según los estudios más concienzudos realizados sobre el mismo su formación se debería a las lavas emitidas por la aglomeración de La Montaña de Zonzamas, sin descartar algo de intervención de la de Maneje, lavas que en forma de extensas coladas discurrieron en dirección sur adentrándose en el mar hasta constituir los terrenos en que se asienta Arrecife, dotados de pronunciados entrantes y salientes costeros.
Otro fenómeno geológico que ha contribuido a determinar el relieve de esta rasa litoral de la isla es el que los geólogos denominan movimiento eustático, que consiste en el suelo que queda al descubierto a continuación de la orilla del mar a causa de la subida o descenso del nivel de éste por efecto de las glaciaciones o deshielos. Precisamente en esta parte de la isla se puede comprobar tal fenómeno al existir conchas marinas fósiles en niveles más altos, como ocurre en las inmediaciones de la Ciudad Deportiva, lo que significa, naturalmente, que el mar alcanzó en cierta época del pasado hasta allí. Pero no sólo es este fenómeno el que determina la posición de la zona sublitoral existente en un determinado momento con relación al mar. También participa en ello el movimiento isostático, el cual consiste en el hundimiento o emersión del suelo de un lugar por efecto de determinados condicionantes geológicos.
Estos fenómenos combinados de la eustasia y la isostasia han modificado la situación del nivel de la zona litoral en la isla a lo largo de las épocas geológicas. Aquí en Arrecife, por ejemplo, se sabe que el nivel del mar alcanzó en el pasado, hace miles de años, hasta donde hoy se encuentra la Ciudad Deportiva, hecho que atestigua de forma incontestable la existencia en ese lugar de abundantes conchas de moluscos fósiles; en el sur de la isla, la playa levantada del Barranco de las Pilas, que nace en la vertiente oriental de la montaña de Ajache Chico, y en el norte el lugar de El Pilón, en El Vallito, al O de Órzola, ambos sitios situados a una altitud de unos 50 m sobre el nivel del mar. Este lugar de El Pilón adquirió, por cierto, sonada fama al descubrirse en él unos huevos fosilisados de gran tamaño que levantaron una gran polémica entre los geólogos al creerse que pertenecían a una especie de aves afines a los avestruces, lo que se interpretó en el sentido de que la isla debió estar entonces unida al continente africano en un pasado remoto, pero que luego se ha llegado a la conclusión de que eran de unas grandes aves voladoras que vivieron hace algunos millones de años.
En cualquier caso hay que reconocer que tales modificaciones de la zona costera por efecto de estos fenómenos geológicos sólo se producen de forma notable a lo largo de largos periodos milenarios, por lo que en lo que a la toponimia respecta no afectan ni siquiera a los topónimos más antiguos de origen guanche.
Saltando esta especie de digresión de índole geológica, continuemos con el tema toponímico actual.

El topónimo mayor Arrecife. Siempre se ha tenido como un hecho incontrovertible el que la ciudad capital de Lanzarote debió recibir su nombre de alguno de los accidentes topográficos de este nombre que orlan su marina. Sin embargo tan acomodaticia postura no es fácil de sostener. Veamos: Los significados que los etimólogos asignan al nombre común español arrecife se reducen en esencia a dos, cuyo origen se encuentra en el árabe ‘alrasif’. Son tales acepciones, por orden de incorporación a nuestra lengua, las de 'calzada o camino empedrado', cuyo registro más antiguo conocido se remonta a 1280 o años próximos, y 'línea de escollos o banco rocoso casi a flor de agua', de la que existe constancia documental en el castellano desde 1498 como fecha más antigua.
Se sabe, por otra parte, que el topónimo Arrecife aplicado al lugar en que se asienta la capital de Lanzarote está consignado documentalmente desde el año 1402 en el conocido manuscrito Le Canarien, si bien los más autorizados historiadores de Canarias se muestran contestes en sostener que este topónimo lanzaroteño tenía que existir ya desde bastantes años antes de la llegada de los mílites franceses impuesto por los marinos españoles, quienes venían visitando la isla desde la segunda mitad del siglo XIV, pues ni figuraba tal étimo entonces en la lengua francesa, ni en la catalana o mallorquina, ni en la italiana. Sí exístía en la portuguesa, pero los navegantes de esta nación no tuvieron practicamente intervención alguna en Lanzarote durante esa centuria.
En otro orden de cosas, no deja de llamar la atención el que algunos autores se salten expeditivamente las más elementales normas gramaticales de número y pretendan aplicar el nombre común arrecife al conjunto de tales accidentes geográficos que desbordan la costa de esta zona de la isla, convirtiendo lo que en puridad tendría que dar el plural Los Arrecifes en el singular El Arrecife.
Otra postura a todas luces incongruente es la de los que forzando el nombre semanticamente atribuyen el significado ‘arrecife’ a lo que en realidad es un islote, entes geográficos que siempre se han distinguido perfectamente entre sí por definición dada la clara diferencia de altura que existe entre ambos.
En este flagrante contrasentido incurre el historiador José Agustín Álvarez Rijo al declarar que 'La etimología del nombre Arrecife fue muy natural a causa de la configuración del islote (¡sic!) así llamado, pero que hoy llamamos del Castillo porque se edificó allí el de San Gabriel'.
Ignoro qué pueda haber de cierto en esa afirmación de que este islote fuera llamado antes de Álvarez Rijo El Arrecife, más sospecho que se trata de una mera inferencia personal del autor, pues ni antes ni después de él lo he visto denominado en ningún libro o escrito de ese modo.
Agustín de la Hoz, por su parte, se muestra plenamente convencido de que el nombre proviene de una supuesta isleta que en su opinión se formaba durante las pleamares vivas en el territorio en que se asentaba la incipiente urbe capital de la isla en pasadas centurias, a la cual él llama El Gran Arrecife. Pero además de que no cita las fuentes en que se documentara para sustentar tal opinión, lo cierto es que cae en la misma incongruencia conceptual que Álvarez Rijo, incluso magnificándola, pues si el Islote del Castillo ya resultaba inadecuado por su excesiva altura para ser calificado de arrecife, esta circunstancial isleta (pues en todo caso sólo lo sería durante los breves momentos de culminación de las grandes mareas) no se aproximaría ni de lejos a lo que normalmente se entiende por un arrecife, ya que su espaciosa cima rebasaría, incluso en esos fugaces momentos de flujo mareal máximo, los ocho metros de altura como mínimo sobre el nivel de las aguas (Nomenclátor de Arrecife, inédito).
Para Carmen Díaz Alayón, en un estudio que hace de la toponimia del mapa de Torriani (Anuario de Estudios Atlánticos, nº 34), 'La denominación geográfica Arrecife lleva en sí misma una notable carga alusiva que muestra el protagonismo de la morfología del terreno en la creación toponímica', lo que la exonera de profundizar en el origen del nombre pasando por alto el valor argumentativo del sentido más antiguo de 'calzada o camino empedrado' que el mismo tuvo.
Finalmente, Marcial Morera Pérez, en un trabajo muy bien documentado, como corresponde a un lingüista de su talla académica (VIII Jornadas de estudios de Lanzarote y Fuerteventura), se decanta por un origen del topónimo derivado también de los arrecifes e islotes que bordean la marina de este lugar considerados en conjunto como una unidad, de donde la singularización a que los somete, lo que no creo consecuente con la definición académica del nombre arrecife en su segunda acepción, complementando su argumentación para adaptarla cronologicamente al uso del término arrecife en ese significado marino de 'línea de escollos o banco rocoso casi a flor de agua' suponiendo que el mismo pudo haber tenido vigencia en el español desde la lejana época en que el nombre se dio a este lugar de la isla –aunque tal circunstancia, como llevo dicho, no haya sido registrada por los etimólogos–, o bien recurriendo en última instancia a una procedencia portuguesa del topónimo. Pero, como ya he dicho, se da el caso de que, de acuerdo a las referencias históricas conocidas, esta nación no tuvo, que se sepa, intervención alguna en Lanzarote en el siglo XIV, pues su única expedición a Canarias conocida, la de 1341, de la que el genovés Nicoloso da Recco, segundo de a bordo, redactó el célebre documento que la describe, no tocó en esta isla, y descartada, por otro lado, la supuesta intervención en Canarias que el historiador belga charles Verlinden atribuye a los navegantes del tiempo del rey portugués Denís en las primeras décadas de ese siglo dependientes del almirante genovés Manuel Pesaño, debidamente desenmascarada por Elías Serra Ráfols.
Tampoco es correcto considerar a este topónimo Arrecife como comprensivo de toda la zona litoral de esta parte de la isla circundada por los islotes y arrecifes con inclusión de Puerto Naos, que siempre ha tenido entidad propia por separado. Desde los más remotos tiempos en que existe testimonio documental, el verdadero y genuino Puerto del Arrecife se ha circunscrito a la bahía limitada al N por la tierra firme, al E por el Islote del Castillo y los bajos o arrecifes en que se prolonga hacia fuera, y al O por el Islote de Amor, quedando la bocana o entrada principal por el lado S. Todo lo más se podrían considerar como anexos suyos El Charco de la Destila o parte interior de Juan Rejón y el de San Ginés, éste actuando de dársena de reparaciones o de refugio de embarcaciones menores.
La descripción más antigua que se conoce del viejo Puerto del Arrecife en que se muestran de forma clara e inequívoca sus límites geográficos es la de Leonardo Torriani, quien estuvo en Lanzarote en 1591. En su conocida obra Descripción e historia del reino de las Islas Canarias (GOYA EDICIONES, 1978), aparte de los datos escritos que lo delimitan explicitamente se representa en dos gráficos o planos, uno de ellos en perspectiva, con los límites que he señalado en el párrafo anterior bien definidos. Pero lo que a mi modo de ver supone una baza decisiva a favor de la adscripción del topónimo al término ‘arrecife’ en su sentido de 'calzada o camino empedrado' es el emplazamiento del mismo en tierrra firme que se infiere del contenido del encabezamiento del capítulo XV de tal obra al decir: 'Sobre edificar la villa encima del Arrecife'. El adverbio de lugar ‘encima’ referido a la tierra firme donde se hallaban las casas, deja bien patente que ese era el lugar que ocupaba el topónimo El Arrecife y que el origen del mismo no provenía de escollo o arrecife como se ha venido dando por hecho hasta ahora.
Para mayor claridad de identificación del lugar en cuestión Torriani lo representa en un plano rodeado de unas murallas que propone construir a lo largo de su periferia. Dicho paraje o territorio corresponde a la mitad oriental del casco viejo de la ciudad de Arrecife, en el que caen de lleno la Calle Real y la ribera del mar frontera al Puente de las Bolas, que era donde se solían realizar las operaciones de embarque y desembarque.
Por los argumentos que llevo expuestos resulta obvio que son muchos más los pros favorables a un origen del topónimo derivado del significado más antiguo del nombre arrecife de 'calzada o camino empedrado' que los contras que pudieran oponérsele en apoyo de la opción marinera más tardía del mismo.
La mayor objeción que podría hacerse al planteamiento de índole etimológica que aquí defiendo es la dificultad de probar la existencia de tal camino empedrado en época tan lejana. No obstante, como explicación verosímil podría esgrimirse la estancia en la isla, allá por el primer tercio del siglo XIV, de Lanzaroto Malocello, el navegante genovés que dio nombre a la isla. La construcción por parte de este personaje de una torre o casa fuerte y el haber infundido su nombre a la isla son pruebas evidentes de su prolongada permanencia en ella.
Según las referencias documentales y de tradición oral más fiables esta torre se encontraría situada hacia la zona central de la isla, con toda probabilidad por las inmediaciones de Teguise. Precisamente en el paraje de La Torre, una altiplanicie situada contigua al volcán Guanapay por su lado S, de nombre tentadoramente significativo, fue descubierto en agosto de 2004 por Agustín Pallarés Lasso, guiándose por tales indicios, un solar que parece tener todos los visos de corresponder al de la tal torre o casa fuerte de Lanzaroto Malocello. El nombre del lugar, el testimonio de un vecino de Teseguite propietario de unos terrenos en aquel lugar que afirma haber oído cuando joven decir a su padre y a otras personas de edad de entonces que en el referido solar se veían todavía las ruinas de un edificio al que llamaban precisamente la Torre, y un testamento conservado en el Archivo Histórico Provincial de Las Palmas descubieto por José de León Hernández, conocido arqueólogo profesional, otorgado el 13 de octubre de 1733 en Teguise por el matrimonio Domingo Ramos y Juana Perdomo, en el que figura una reveladora cláusula que dice, “Item declaramos tener dos fanegadas de tierras labradías donde dicen La Torre lindando con el castillo viejo que compramos a Juana Cabrera viuda de Domingo Sánchez”, son argumentos de un peso probatorio poco menos que incuestionable. Sólo falta la comprobación oficial mediante los trabajos arqueológicos pertinentes complementados con dataciones por el carbono 14 para dar como auténtico el referido solar
Nada de extraño tendría entonces que Lanzaroto hiciera construir un camino para comunicar la torre con el puerto natural mejor y más próximo, que es sin duda alguna este de El Arrecife, haciéndolo empedrar en aquellos tramos en que la naturaleza del terreno lo exigiera con miras a permitir la circulación de un vehículo rodado. ¿Que no se ha encontrado señal alguna de ese camino? El que aún se conservara algún vestigio suyo después de más de seis siglos de su construcción sería lo sorprendente. Téngase en cuenta además que habría sido precisamente en el tramo consecutivo al puerto en que dejara la impronta de su nombre donde las obras de urbanización posteriores más lo habrán borrado. Pero sí serían visibles aún unos cuantos decenios después de que el genovés abandonara la isla definitivamente, cuando los marinos españoles comenzaron a frecuentarla, siéndoles motivo suficiente la presencia del camino o calzada para que la denominación de ‘arrecife’ que entonces se le daba se conviertiera en designación del puerto.
Y aunque lo que expongo a continuación no pueda considerarse como prueba fehaciente de la pasada existencia de esta vía, no deja de ser sintomático y digno de atención el hecho de que al ser transformada en peatonal hace unos años la calle León y Castillo, arteria principal de la ciudad, antaño conocida por el Camino de las Carretas, que parte precisamente de la antigua zona portuaria, y quitársele el asfalto que la cubría, se encontró que debajo de los viejos adoquines sobre los que se había echado el asfalto existía en algunos sitios un empedrado anterior cuya fecha de colocación se ignora.

Los topónimos menores o subtopónimos de Arrecife. Expuesto y explicado lo referente al topónimo principal Arrecife, pasemos a tratar a continuación el origen de los nombres de los islotes y ‘bajas’, como se denominan en el argot marinero de la isla a los auténticos arrecifes de los lexicólogos, que forman ringlera a lo largo de la marina de la ciudad, así como las ensenadas y salientes costeros más destacados. Relacionados de N a S son los siguientes.
Permítanme, sin embargo, antes de meterme de lleno en la explicación de los topónimos menores, que exprese mi agradecimiento hacia quienes me han asesorado desde un punto de vista del uso popular de los topónimos o nombres costeros de esta parte de la isla, que no son otros que los barquilleros de este entorno de Arrecife, los verdaderos conocedores por tradición y depositarios de tan interesante rama de nuestro acervo cultural. Han sido éstos mis buenos amigos Policarpo Gutiérrez Fuentes, Benito Gopar Hernández y en especial Juan Gopar Barrios, quien ha tenido la amabilidad de acompañarme en algunos recorridos para mejor informarme sobre el terreno. Tampoco quisiera olvidar a José Torres, ya fallecido, patrón de la falúa con que se hacían las revisiones periódicas de las boyas luminosas dependientes del servicio oficial de Señales Marítimas que estuvieron a mi cargo, quien me suministró también interesantes datos. Gracias a todos.

Los Mármoles.- Comencemos la enumeración de los accidentes geográficos de la marina de Arrecife en la actualidad, con explicación de sus nombres, con la ensenada de Los Mármoles. No estoy hablando ahora del Puerto de los Mármoles propiamente dicho, sino de la ensenada que lo precede viniendo del N, contiguo a la cual comienza el puerto. Tiene este entrante costero unos 500 m de amplitud en la bocana y casi otro tanto en fondo o hacia dentro, y está cerrado por el lado del E por Punta Grande y por el del O, antes, por Punta Chica, ya que hoy esta última punta ha desaparecido bajo la construcción de la explanada con que comienza el moderno puerto de Los Mármoles, el cual toma su nombre de la ensenada en cuestión, orgullo, por cierto, de Lanzarote, especialmente por el movimiento de trasatlánticos de turismo que lo visitan.
El nombre le viene de unos bloques de este material que dejó en el fondo un barco que los transportaba que se hundió allí, a donde fue llevado, a causa de una vía de agua que se le abrió cuando navegaba en aguas de nuestra isla.
En 1741 ya existía este topónimo; lo cita el ingeniero militar Antonio Riviere en una Descripción que redacto en ese año. Pero la explicación más clara y extensa que conozco sobre este episodio marítimo es la que trae P. Madoz en su Diccionario de mediados del siglo XIX, en la que dice en la entrada dedicada a Los Mármoles: “A tiro de fusil del castillo de San José se encuentra dicha rada. Se sabe por tradición que antiguamente se llamó Playa de doña Blanca, y por la misma consta que el motivo de haberse variado su nombre fue el naufragio de un buque español cargado de mármoles destinado para el rey Luis XIV de Francia. Y sea lo que quiera de dicha tradición, es lo cierto que en el fondo de dicha rada existen todavía enormes cantos cuadrilongos de tercera formación, a pesar de los muchos que se han extraído en estos últimos años”.
Uno de estos bloques de mármol puede verse colocado desde hace años en posición vertical montado sobre un pedestal de piedra basáltica a modo de escultura modernista frente a La Playa del Reducto de esta ciudad.

El Puerto de los Mármoles.- Inmediatamente a continuación de esta ensenada, por su parte de sotavento, se ha construido el moderno puerto de su nombre, comenzado por los años sesenta del siglo pasado y ampliado y mejorado luego en diversas ocasiones.

Puerto Naos.- Viene seguidamente el puerto pesquero de Naos, tan próximo al de Los Mármoles que tiene su entrada por este puerto principal.
En lo concerniente al nombre hay que decir que aún conserva entre algunos de los más viejos marinos de la isla la forma Porto Naos, que se tiene como muy antigua, de origen portugués.
Recibió su nombre, que hay que pensar que un principio sería el Puerto de las Naos o algo así, desde sus inicios por ser el fondeadero con resguardo de las naos o veleros de mayor porte y calado que no podían acceder por esta razón al Puerto del Arrecife.

El Islote de las Cruces.- Puerto Naos quedaba cerrado por la parte de fuera o del mar por el Islote de las Cruces, ya practicamente desaparecido con la construcción del llamado Dique de Naos, al quedar cubierto en su mayor parte por el mismo, la carretera que lo recorre y las escolleras que lo protegen, de forma que de tal islote sólo asoma algo de su parte más elevada en que hay unos almacenes dedicados a carpintería naval y a un pequeño astillero.
El origen del nombre de este antiguo islote lo atribuye José Agustín Álvarez Rijo a “algunas cruces que dejaron allí los navegantes al carenar sus naves”. La cita más antigua de este nombre que ha llegado a mi conocimiento es la que trae la obra de Varela y Ulloa, Derrotero de las costas de las Islas Canarias, de 1788, pero es de suponer que esa costumbre de colocar una cruz en él se iniciaría desde los primeros años en que esta ensenada fue usada por los navegantes europeos como refugio de sus naves.

El Bajo de la Raya.- Parte integrante del Islote de las Cruces era el Bajo de la Raya, desaparecido en la actualidad en su mayor parte. Consistía en la prolongación del mismo hacia el N que quedaba al descubierto o anegado por el mar con la oscilación de las mareas, de donde su nombre de ‘bajo’, pues esa característica, como ya he explicado, es lo que define en Lanzarote a este término costero.
Esta prolongación del Islote de las Cruces se hallaba cortada por la correspondiente ‘quebrada’ o angostura en dos partes: la Raya Grande en primer lugar, sobre la que descansa en la actualidad la rotonda en que termina el Dique de Naos, y la Raya Chica, que continúa hacia fuera en dirección al frontero castillo de San José.
Nada he podido averiguar con certeza sobre el origen del componente Raya del nombre. Algunos piensan que se debe a que cuando la marea sube luce como una raya sobre la superficie de las aguas, pero también está la posibilidad de que esté relacionado con el pez de este nombre.

La Baja del Perejil.- ‘Baja’ entre los marineros de nuestra isla es el nombre equivalente a bajo, bajío o arrecife del castellano normativo, y como tal accidente geográfico permanece sumergida con el flujo de las mareas.
Sigue hacia el S del Islote de las Cruces, a unos 150 m de distancia, casi pegado al Islote del Francés por su orilla NE. Entre esta Baja del Perejil y el Islote de las Cruces se abría antes de construirse el Dique de Naos la boca o entrada principal de Puerto Naos, la cual se tomaba enfilando dos torreoncillos de obra de fábrica pintados de blanco que llamaban ‘las marcas’, las cuales fueron sustituidas en el siglo pasado por dos luces de enfilación hasta que se produjo el cierre de dicha boca al construirse el antedicho Dique de Naos.
El texto más antiguo en que he encontrado este nombre, escrito ‘la Baja Perejil’, es el de Varela y Ulloa, citado en la entrada correspondiente al Islote de las Cruces, pero dicho autor no da razón de su etimología ni la he visto expuesta en ninguna otra obra o documento.

El Islote del Francés.- Es con mucho el de mayor tamaño de cuantos bordean la ciudad de Arrecife, tanto en extensión superficial como en altura sobre el nivel del mar, si bien desde que se construyó la carretera de los puentes que une a Arrecife con Puerto Naos sobre el canal natural que la separaba de tierra firme que llamaban El Pasadizo ha perdido su carácter de isleta.
Torriani lo llama ‘el islote mayor’, lo mismo que lo había hecho antes el autor portugués Valentin Fernandes, mas no se sabe si es porque ese era por entonces el nombre por el que era conocido o si fue por simple designación distintiva en razón de su tamaño.
Álvarez Rijo piensa, aunque sin mucha convicción, como se infiere de la forma verbal dubitativa que emplea ‘suponemos’, que el nombre de este islote le vendría del comerciante y administrador del señorío por los años de 1630 Francisco García Sentellas, al que atribuye origen francés, pero el nombre de este personaje no parece apuntar hacia esa nacionalidad. Más atinada es la opinión en este sentido de Agustín de la Hoz, quien lo atribuye a un tal Juan Mansel apodado ‘el francés’, según dice, por su naturaleza gala, quien entre sus actividades y negocios en Lanzarote figura la de haber tomado en arriendo tal islote a finales del siglo XVI.
En él se instaló desde 1818 una pequeña industria de salazón de pescado que fue convertida poco después en una importante conservera, cuyo propietario fue Alonso Lamberti, conocida posteriormente por Rocar, pero que decayó y terminó por desaparecer en su actividad industrial con la pérdida de la pesca en el Africa fronteriza, cuyas naves abandonadas están en vías de demolición en estos últimos tiempos.

Juan Rejón.- La orilla S de la isleta que se acaba de comentar hace de límite por su lado S del entrante de mar llamado Juan Rejón, o de forma más completiva El Charco de Juan Rejón, una ensenada de aproximadamente un cuarto de Km2, casi cerrada a marea vacía a manera de albufera por una barra exterior conocida por La Pared.
El nombre es consecuencia de aquel sonado y conflictivo desembarco que llegó a efectuar en este lugar en 1478 el capitán de este nombre, Juan Rejón, quien se hallaba al frente de las fuerzas de conquista de Gran Canaria, cuyo objetivo era obtener provisiones de boca en Lanzarote para las tropas que luchaban bajo su mando en aquella isla. Ocurrió que Juan Rejón traía consigo a unos cabecillas del levantamiento habido tres años antes contra el señor de la isla Diego García de Herrera con el objetivo de reintegrarlos a esta isla bajo su intercesión, a lo que García de Herrera se opuso terminantemente, prohibiendo el desembarco de los que venían a bordo, llegándose incluso a hacerse algunos disparos desde el barco que causaron la muerte de uno de los de tierra.

El Charco de la Destila.- La parte más interna de esta ensenada de Juan Rejón se llamó en el pasado el Charco de la Destila –Estila era la pronunciación vulgar–, y quedaba separada del resto de Juan Rejón por tres islotillos alineados de lado a lado. Dicho nombre le fue dado por una de estas instalaciones destinada a la extracción de alcohol de la uva que se montó en sus riberas en la segunda mitad del siglo XVIII.
Los nombres de los tres islotillos son, de N a S, La Islotita, que a marea baja queda unida al Islote del Francés; La Bajita, que está en medio, y La Baja del Cagadero, que ostenta este escatológico nombre por encontrarse a poca distancia de un evacuatorio público que existió hace algún tiempo en el Islote del Puente de las Bolas.

El Charco de San Ginés.- Sigue hacia dentro del Charco de la Destila, aunque también tiene otra boca por la parte que lo comunicaba con Puerto Naos. Ambas estaban cerradas por la carretera que se construyó para unir el casco de Arrecife con Puerto Naos, excepto por un puente de un solo ojo que se dejó en la carretera en cada una de ellas.
El Charco de San Ginés forma una especie de albufera o laguna comunicada con el mar que se adentra en pleno corazón de la ciudad, cuyo fondo queda en seco en su mayor parte en bajamares vivas. Sus dimensiones actuales son unos 500 m de largo por algo más de 200 en su mayor anchura.
Su formación no es fácil de desentrañar, pues pese a su forma y al nombre que le daban los españoles antiguamente de La Caldera, no parece ser resto de un cráter.
No se sabe con exactitud cuándo se comenzó a aplicarle este nombre de Charco de San Ginés.

El Islote del Puente de las Bolas.- Este islotillo del Puente de las Bolas cierra por su lado S al anterior Charco de la Destila, y recibe su nombre actual, evidentemente, por levantarse en él, al menos en parte, el tal puente, pero antes de ser construido tal como lo conocemos al presente con sus dos pilares rematados por las bolas que le dan nombre y su plancha levadiza, fue denominado en un principio El Islote de Tierra en contraposición al Islote de Fuera en que luego se construyó el castillo de San Gabriel, y posteriormente el Islote del Muelle a partir del momento en que éste fue construido, que vendría a coincidir, si bien con menor altura, con el actual camino que lo une a tierra incluido el puente elemental de un solo ojo que entonces existía.
La construcción del Puente de las Bolas con la configuración que tiene en la actualidad data de los años setenta del siglo XVIII, probablemente obra de los mismos técnicos que construyeron el castillo de San José. Antes de él sólo había para salvar el estrecho pasadizo que atravesaba el muelle, por el que cruzaban las embarcaciones del viejo Puerto del Arrecife a Juan Rejón, unos tablones que se tendían de lado a lado, que se podían quitar para permitir el paso de los barcos con arboladura fija.

El Islote del Castillo.- Es el que sigue hacia fuera del anterior, que tiene en su parte más alta la fortaleza o castillo de San Gabriel, por lo que es también conocido por ese nombre, que parece que se le dio en honor del Capitan General de las islas don Gabriel Lasso de la Vega, durante cuyo mandato, concretamente en 1666, y por orden suya, lo reedificó el ingeniero Lope de Mendoza tras haber permanecido fuera de servicio desde el desmantelamiento que sufrió por parte de Morato Arráez en 1586.
Su construcción se inició en los primeros años de la década de los setenta del siglo XVI por el ingeniero Agustín de Amodeo. Primero fue un pequeño fuerte de planta cuadrada con las esquinas en punta de diamante o en forma de cabeza de flecha, pero cuyas dependencias interiores estaban hechas todas a base de madera, lo que permitió que Morato Arráez lo incendiara facilmente, motivo por el cual tomó el islote por él el nombre de El quemado.
Luego, en ese año de 1666 se hicieron ya las paredes interiores de obra de fábrica, y finalmente, en la década de los cuarenta del siglo XVIII fue recubierto exteriormente todo el edificio con una gruesa pared sobrepuesta a la que tenía que unía entre sí a los baluartes de las esquinas desde sus puntas, quedando entonces con la fisonomía que tiene en la actualidad, siendo el autor de estas obras el ingeniero Antonio Riviere con su equipo de técnicos.

El Islote de las Aves y el de La Lagarta.- El Islote del Castillo se prolonga hacia fuera a marea vacía hasta terminar en dos islotitos de escasa extensión, el más a tierra llamado de Las Aves por la cantidad de aves de orilla que suelen verse en él, y el que sigue más afuera separado por una ‘quebrada’, conocido por El Islote de la Lagarta, o si se prefiere de la Legarta, que esa es la forma popular de pronunciarlo.
En el de Las Aves, sobre cuyo flanco O discurre la parte terminal de la carretera que lleva al Muelle de Arrecife y se alza el depósito para el agua que se traía en barcos tanque de otras islas, se forma una amplia charca que recibe por los pescadores el nombre de El Charcón del Islote de las Aves, pero que antes, hace algunos siglos, parece que fue conocido por El Charcón de Erinia, enigmático nombre que ofrece A. de la Hoz con las reservas que la falta de la suficiente información impone.
Otro curioso nombre referido a la zona del mar fronteriza a la ‘quebrada’ que se forma entre estos dos pequeños islotes es el de Miendaembrazo, que parece ser una ligera corrupción de la expresión ‘enmienda a brazo’ que el barquillero que va pescando dirige al compañero que lleva los remos para indicarle que mantenga la posición de la embarcación sobre un lugar determinado.
En el de La Lagarta, el más afuera de los dos islotes, se sitúa el punto más saliente y suroriental de esta zona de Arrecife, designado con el nombre de La Punta de la Lagarta.
Como dato histórico a reseñar sobre este último islote está el de que en 1861 el ayuntamiento de Arrecife cursó a la reina Isabel II una solicitud pidiendo que se construyera en él un faro de sexto orden, proyecto que, por lo que se ve, no prosperó.
No se sabe de qué pueda venirle el nombre a este pequeño islote.

El Islote del Amor.- Este Islote del Amor, que aflora frente al extremo S de la ciudad, era conocido hasta no hace muchos años como El Islote de Fermina, nombre que parece resurgir últimamente, y en tiempos más antiguos, con su continuación hacia el O en forma de arrecife, como El Islote del Quebrado. En los últimos años ha sido unido a tierra con un camino en forma de largo puente de madera que se inicia junto al Arrecife Gran Hotel, y se ha construido en él un balneario con sus correspondientes dependencias bajo la dirección artística de César Manrique.
El último de los nombres o más antiguo de los que se le conocen, lo explicaré en la entrada próxima dedicada al Islote del Quebrado. Lo de Fermina –y no de la Fermina como algunos suelen decir y verse escrito, especialmente por periodistas foráneos–, le viene del uso que estuvo haciendo de él como carenero y lugar de construcción de barcos, mediante concesión gubernativa, la empresaria lanzaroteña de este nombre por las primeras décadas del siglo pasado. En 1926 se estaba construyendo en dichas instalaciones el velero llamado como su propietaria ‘La Fermina’, y por esa fecha se construyó también ‘El Rafael’ y algún otro barco de menor tonelaje. Y en cuanto al del Amor respecta, tal apelativo le viene de la costumbre que alcanzó cierto auge años atrás de ir a desahogar en él algunas parejas desinhibidas sus urgencias genésicas.
Elemento toponímico secundario de este islote es La Punta del Callao, su extremo oriental, nombre que según he oído decir le viene de esta clase de piedra que traían los barcos de cabotaje del servicio interinsular como lastre que arrojaban en sus proximidades antes de entrar al Puerto del Arrecife.
El Islote del Quebrado.- El nombre de El Islote del Quebrado es el que se daba antiguamente al conjunto del que hoy llamamos El Islote del Amor y el arrecife contiguo a él que se prolonga hacia el O. Puesto que se trata en realidad de dos entidades topográficas distintas, creo procedente designar a cada una con un nombre particular, cosa que he visto ya consumada en algunos portulanos modernos al llamar El Islote del Quebrado a la continuación o parte que sigue hacia poniente a cota intermareal e Islote del Amor a la descrita en la entrada precedente.
Llamaremos, pues, El Islote del Quebrado a esta parte baja que sigue hacia poniente del Islote del Amor, que se extiende frente mismo a la Playa del Reducto, si bien haciendo la precisión de que a pesar del nombre que le da la gente de ‘islote’ no se trata de una de estas formaciones rocosas que se elevan siempre claramente por encima del nivel del mar y alcanzan una extensión considerable, sino de un prototípico arrecife, dado que en pleamares vivas queda totalmente cubierto por las aguas.
El nombre de El Quebrado que lo distingue obedece a un paso somero que los pescadores designan con el nombre de ‘quebrada’ que se forma entre él y el islote contiguo del Amor, sólo franqueable por embarcaciones pequeñas cuando las aguas mantienen la conveniente altura, pero que en mareas bajas mayores queda en seco.

El Reducto.- Este lugar, que tomo como límite occidental de esta serie de topónimos que aquí expongo, comprende la playa que lleva su nombre y los edificios próximos a ella. La playa, de arena fina de color amarilloso, hoy agrandada artificialmente, excede de los 500 m de longitud, siendo con sus encalmadas aguas la playa capitalina por excelencia, a donde acude mayoritariamente la gente a bañarse.
Su nombre, que a nivel popular se ha pronunciado El Reduto, seguramente por influencia del idioma portugués, y así lo escribe Álvarez Rijo en su Historia del Puerto del Arrecife, le viene de una elemental construcción militar de esta denominación levantada en la playa en fecha imprecisable –“un paredón seco”, dice el referido historiador– tras la cual se parapetaban los soldados cuando había que repeler algún desembarco enemigo.

1 comentario:

  1. Me ha interesado la mención que efectúa acerca de "su buen amigo Policarpo Gutiérrez Fuentes", toda vez que yo (soy de Valencia) tenía una bisabuela de Arrecife: Antonia Rafaela Toledo Gutiérrez,nto. 24 octubre 1875, de la que conseguí la partida de nacimiento suya y de su padre en la parroquia de San Ginés de Arrecife (y no me dio tiempo para más en la maravillosa semana de vacaciones que pasé en la Isla Conejera (tengo que volver) con el resultado de ser hija de Francisco Toledo y Rosa Gutiérrez, nieta de Pedro Toledo y Antonia Pérez y Policarpo Gutiérrez y Rosa Martín y su padre Francisco de San Julián Toledo Pérez, nto. 28 enero 1852, hijo de Pedro Toledo y Antonia Pérez y nieto de Luis Toledo y María Barreto y de José Pérez y Antonia Fuentes.
    O sea, me aparece el nombre Policarpo, el apellido Toledo y el apellido Fuentes y siempre me hubiera gustado averiguar más. Gracias

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